martes, 26 de enero de 2010

NO PUEDO ALEJARME DE TÍ

Me vasto una palabra tuya,
para saber tus sentimientos;
Y no comprendí que debí retirarme para no sufrir;
Sentí tus manos frías,
como dos aves que me negaban calor.

Comprendí que debí soltarte para no congelarme.
Vi, que tus ojos no me miraban a mí,
Amas a otra lo sé, me lo contaron,
Esos tus ojos fríos cuando me miraron,
Pero no basto eso para yo alejarme de ti.

Sentí que violentamente te alejabas de mí,
O será, que tú, nunca estuviste cerca de mí.

Pero, pensé seguirte para no perderte,
Pensé en todo, pensé cambiar la historia,
A mi favor, creí morir y pensé olvidarte,
Pensé llorar,
pensé borrar este parte de mi vida.

Por una tranquilidad necesaria para mí,
Pensé en todo,
pensé hasta en morir.

Pero, todo, todo quedo en sólo eso,
En pensamiento,
por que hasta hoy;
Yo sigo a tu lado a pesar de que tú no me amas.

Y te diré que no sé, hasta cuando estaré a tu lado…………

martes, 3 de noviembre de 2009

ORIGEN DEL CHARANGO

POSIBLEMENTE EL CHARANGO SE HABRÍA ORIGINADA EN MÉXICO ANTES DE LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES Y EL PRIMER CHARANGO EN PERÚ SE FABRICO EN JULI.

El charango es un instrumento adaptado aquí al Perú, después que llegan los instrumentos de Europa, ha surgido en los andes la adaptación de la guitarra al charango, pero ahora falta investigar donde se fabrico el primer charango, indicó Walter rodrigues

Quien también indicó que Alberto Fernández músico argentino, encuentra datos de que en la región de México se había fabricado un instrumento pequeño denominado GAMBARRINO en 1912, con la caparazón de un armadillo y las mismas cualidades del charango.

Por otra parte manifestó que cuando Pizarro llega en 1532, los sacerdotes van bajando y los evangelizadores por toda la vertebración andina e ingresan al altiplano tendríamos que determinar donde llegaron primero los evangelizadores para saber el origen del charango.

domingo, 22 de marzo de 2009

ZORRO QUE FUE AL CIELO


Un cuento que habla del origen de la cañihua, desde laz perspectiva andina de del departamento de PUNO.

Dicen los achachilas que cierta vez el zorro se encontraba al lado de un río y melancólicamente observaba las imágenes que reflejaban sus aguas. Se veía a gente bailando, bebiendo y riendo. ¿Qué pasaba? Las aguas del río no hacían más que reflejar la algarabía que allá arriba se vivía: en el cielo estaban de fiesta.

El zorro, que andaba cabizbajo y pensativo, no se dio cuenta que un cóndor había bajado a tomar agua. Al verlo se le ocurrió una gran idea.

- ¿Qué pasa amigo tiwula? – preguntó el cóndor.
- Es que quiero ir a la fiesta que hay arriba en el cielo y sólo, no puedo. ¿Por qué no me llevas tata condori? – dijo el zorro.
El cóndor aceptó de buena gana el pedido del zorro y le dijo que se montara en su espalda. Volando hacia las alturas llegaron al cielo y se unieron a la fiesta. Comieron bastante, bebieron y se divirtieron.
Al cabo de un rato el cóndor buscó al zorro que andaba perdido entre tanta gente alegre y le dijo que ya era hora de volver. El zorro, entusiasmado con el festín, no quiso regresar y se quedó allá arriba. Cansado de esperar, el cóndor retornó sin su compañero a la tierra.
Acabada la fiesta, el zorro, que se había quedado solo, se fue de visita a la casa de una estrella. Como todavía tenía hambre, la estrella le alcanzó una olla de barro y le dio un granito de cañihua para que se hiciera una mazamorra. El zorro miró el grano con desconcierto y pensando que eso no iba a ser suficiente le dijo a la estrella:
- Pero ¿cómo va a alcanzar un solo grano de cañihua para los dos? Eso no alcanza ni para mí.
Y sin que la estrella se diera cuenta, rápidamente aumentó diez granos más a la olla. Así comenzó a preparar su mazamorra de cañihua mientras se le hacia agua la boca.
El zorro contento seguía en la tarea de remover la mazamorra que estaba casi a punto. De pronto la olla comenzó a rebalsar y la mazamorra chorreando, chorreando fue a dar al suelo. Como el zorro andaba muerto de hambre se puso feliz a lamer lo que caía de la olla y casi sin descansar trataba de comérselo todo. Pero la alegría pronto se convirtió en angustia pues la olla seguí rebalsándose y la habitación se iba llenando de cañihua sin que el zorro pudiera hacer nada para detenerla.
La estrella al ver su casa llena de mazamorra se puso muy enojada y colérica y a gritos le dijo al zorro:
- ¡Zonzo nomás siempre habías sido, tiwula! ¿Por qué has aumentado más cañihua? ¿Acaso no te había dado suficiente?
¡Ahora todito te lo vas a tener que comer!
El zorro, arrepentido y triste por su desgracia, se angustió más aún y, no pudiendo hacer nada, pensó que lo único que le quedaba era regresar a la tierra. Entonces se ató a una soga y fue donde la estrella a suplicarle que le ayudara a bajar.
La estrella aceptó ayudarlo y sujetó la soga para que el zorro pudiera bajar.
Camino a la tierra y cuando escasamente le faltaban diez metros, el zorro vio a un loro que volaba frente a él y, liso como era, sin más ni más, lo insultó diciéndole:
- ¡Loro lengua de papa!
- ¡Loro lengua de chuño!
- ¡Yo te puedo matar!
El loro lleno de furia por los insultos del zorro, comenzó a picotear la soga por la que éste descendía. Al ver que la soga se rompía, el zorro comenzó a gritar fuertemente diciendo:
- ¡Extiendan un frazada suave!
- ¡Extiendan una frazada rosada!
- ¡Miren que vengo del cielo!
Los desesperados gritos de zorro fueron vanos. Nadie los escuchó. A gran velocidad cayó en medio de duras rocas y su panza repleta de mazamorra se reventó.
Con la caída la cañihua se esparció por todas partes.
Cuentan los achachilas y awichas (abuelos y abuelas) que fue así como apareció este alimento en el altiplano.

Narrada por: Orfelina Mamani Otazú de la localidad de Huancane – Puno

http://laestrelladelis.blogspot.com/2006/07/zorro-que-fue-al-cielo.html

martes, 17 de marzo de 2009

LA CIUDAD ENCANTADA primera parte






(Cuento)
Hace mucho tiempo un capataz de la hacienda Micaela bastidas de Huayta, borracho y montado en su caballo venia a galope a su casa que quedaba pasando el rió de milflores , era tanta su embriagues que el no sentía ni frío, ni miedo, solo la euforia de la velocidad con que viajaba en su caballo, que le hacía sentir que volaba por esos montes, sin notar los obstáculos de la oscuridad.

Al bajar un cerro el jinete diviso una hermosa ciudad que invitaba a ser visitada, por su magnifica iluminación y sus calles bien alineadas. Como al fondo de la ciudad se divisaba un palacio hermoso y a la entrada un estatua de una hermosa sirena triste que a ratos parecía sonreír.

El jinete contemplo un largo tiempo la ciudad, y pensó haberse equivocado de camino, quiso regresar, pero la tentación fue tanta que decidió entrar, cuando vio un salón grande, y sintió el olor a alcohol el se dijo. Entrare solo un rato. Hace se sumergió en lo mas profundo de la ciudad, se sentía encantado, que nunca había divisado una ciudad tan hermosa, a cada paso que daba se encontraba con hermosas damas, todas las casas de esa ciudad gozaban de iluminación sus jardines eran hermosos, había una pileta en el medio de la plaza y de la fuente emergían pescados reales de colores llamativos que con sus saltos formaban figuras, y una te tantas esas figura el capataz diviso su nombre, y sorprendido mencionó varias veces, ¡Simón!, ¡Simón!, y salto de alegría y seguía mencionando simón … simón, cogió del brazo a una muchacha que pasaba por ahí y bailo con ella con un verdadero danzarín, y loco joven enamorado; solo con la melodía del agua.

Bailo con ella y los peces como festejando el acto le seguían el paso bailando también, el capataz se quedo bailando con la muchacha hasta que los peces se cansaron y cesaron de saltar y se durmieron… continuara. (Autor: YANET QUIMBER CHAMBI, basado en los relatos de los pobladores de la zona)

lunes, 16 de marzo de 2009

DE LOS CARRIZOS HA VERTIDO SANGRE


Autor: Feliciano Padilla
Luis de RodrigoSon peor que la mala yerba, Gumercindo, hijo mío. ¿Me estás escuchando? Te estoy diciendo que estos satanases no dejan crecer los maizales. Como alacrán cargan veneno en la cola y cuando pican friegan toda creación del Señor. Se muere rapidito todo cuanto tocan. ¡Ellos son de otra raza, hijo mío! Quién creyera, pero, nada más con su presencia se nos viene la jodedera y somos como zapallo que bajo sombra no puede florecer. Que hemos sufrido, siempre hemos sufrido. Hemos llorado sangre en Patibamba, Pachachaca y San Gabriel, durante el tiempo de las haciendas. Con decirte que cortábamos la caña de sol a sol sin recibir un centavo partido en dos. Yo era chiuchicito todavía, pero igual le daba a la tierra con toditas mis fuerzas.


Mis papás murieron maldiciendo su mala suerte, porque al final de su camino se convencieron de que habían trabajado de balde y terminaron más pobres que los chihuancos, sin casa, ni tierra donde sembrar. Por eso, en aquellos tiempos se arrejuntaron nuestros mayores uniendo sus lágrimas y sus corazones arrebiatados, y lucharon, carajo, como pumas, como ucumaris; desgraciadamente, fueron aniquilados.Padre e hijo seguían zigzagueando cerro abajo por un sendero orillado de piedras, retamas y pisonayes. Extensos cañaverales y plantaciones de duraznos y chirimoyas circundaban el camino. Gumercindo, sofocado por el calor ardiente del valle, se quitó su vetusto sombrero y miró fijamente a su padre: se cubría la cabeza con otro sombrero parecido al suyo y flotaba al viento las hilachas de su raída camisa.


El niño confirmó una vez más las enormes huellas que surcaban el rostro cobrizo de su padre. El sol no daba tregua y se dijera que calcinaba las sombras de los dos caminantes. Después, hijo, llegó la reforma agraria, exclamó Presentación Huahuasonqo. El patrón ya no comerá tu sudor, nos decían los promotores; pero, igualito nomás seguíamos jodidos. Como los hijos de los hacendados se habían convertido en gerentes, nuestro sufrimiento creció hasta los cielos como el humo de las moliendas. Se nos pagaba jornales, es cierto; pero, no éramos dueños de nada, más que de nuestra maldita suerte. Nunca te fíes de ellos, hijo mío, te lo digo yo que los conozco, que sé de qué pata cojean y qué buscan estos satanases. Si no me haces caso, de tus espaldas sacarán oro puro para seguir inflando sus pechitos como los pavos de tu tía Venancia. Son unos malnacidos, Gumercindo. A veces se pelean entre ellos por terrenos o por mujeres ¿por qué más sería?; pero, al final, se comprenden a punta de cañazo de Pachachaca. La vida les da tragadera y gozan de gollerías; pero, siempre hay un pero en la vida. Tienen su debilidad. No pueden ni podrán vivir sin la ayuda de los milicos. Son machitos de la barba para afuera, pero tienen mucho miedo en el fondo de sus corazones. Cuando llegaron los terrucos parecían ratoncitos buscando un hueco donde esconderse. Los hubieras visto, hijo mío: Andaban afanosos de acá para allá con su carita de dame medio. Les faltaba culo para correr.


No les importaba ni sus hijas ni su propia esposa: las abandonaban como carne de cañón de los alzados. Corrían como almas en pena y lloraban a causa del ganado y las cosechas que perdían. Yo no tenía miedo a los terrucos, porque al final no había nada qué perder; pero los señorones andaban con los ojos aguanosos como mujeres abandonadas. ¡Así son estos jijunas, hijo mío! Con los terrucos pasamos una vida muy jodida. Fusil en mano se llevaban fanegas de nuestro maicito y los cabritos que criábamos, y nos obligaban a prepararles la comida y la chichita para sus caminatas. Nos decían cabezas negras si no cumplíamos con sus órdenes y nos fusilaban como a perros sin dueño, ahí mismito, delante de todos para que sirva de escarmiento. Vivíamos con el corazón en la garganta, sin saber qué hacer ni a dónde ir. ¿Qué podíamos hacer? La suerte estaba echada para los indios. Una tarde pasaron por Yaca como los tiyulas, como zorros experienciados, sin que nadie pudiera darse cuenta. Cruzaron Casinchihua, Antarumi y Pampatama por la orilla del río, abriéndose paso a machete limpio en medio del monte. Finalmente llegaron a Santa Rosa haciendo tronar sus fusiles. Volaciaron el municipio, la comisaría y la casa del gobernador. Los guardias se habían fugado antes de que empezara la reventadera. Luego, nos reunieron en la plaza. Fuimos nomás sin protestar, con la cabeza baja, como toros aradores. Aquella vez, rapidito nos dieron sus charlas y luego se llevaron a nuestros chiuchicitos y a nuestras pasñitas, dizque para que sirvan en su ejército. Nunca más nuestros ojos han vuelto a ver a esos enrolados. Los arrieros que pasaban por el valle nos contaban que los habían visto por las cordilleras de Huancavelica y Puno. Los alzados nos decían que algunos habían muerto en combate y otros estaban prisioneros. ¡Qué será, hijo! El asunto es que nunca más se les ha vuelto a ver en Santa Rosa. Nuestros padeceres se repetían: Ellos golpeando nuestro corazón para hacerlo sangrar; nosotros, esperando arrebiatados la terminación del mal tiempo. Luego, llegaron los milicos, dizque para matar a los terrucos, para desaparecerlos de este mundo. http://cuentosandinoscv.blogspot.com/2007/09/ellos-son-de-otra-raza-hijo-mo.html

Bueno, Gumercindo, te diré la purita verdad. Si sufrimos padeceres con los hacendados y con los terrucos, eso no es nada comparado con lo que sufrimos con los milicos. Los hacendados nos acusaban de terrucos y los militares nos encarcelaban; nos torturaban y nos metían de cabeza a sus cacaderas. Teníamos más miedo a las bases militares que al propio paludismo. ¡Qué suerte de perros, hijo mío! Había llegado para nosotros el tiempo del sufrimiento. La base militar era un infierno de donde salías retaceado si es que lograbas salir ¿Qué habíamos hecho para merecer tanto sufrimiento? ¡Nada! Trabajar nuestras chacritas, pastear nuestro ganadito, vivir en paz esperando contentos el tiempo del descanso y de la abundancia. ¿Eso era pecado? ¡Carajo, todo se malogró con la llegada de los milicos! Un día, hijo mío, me agarraron cuando terminaba de sacar yuca y camote de nuestra chacrita en Santa Rosa. ¡Indio terruco, conchatumadre! Ahora sí, carajo, te jodiste por traidor a la Patria, me dijeron. Eran cuatro soldados y un militar gordo, altazo y gringo, que parecía el mandamás. Mi “Capi”, le decían los soldados. Pero, antes de que terminara de darme cuenta qué es lo que me estaba pasando, me golpearon en el cogote con la culata del fusil y caí al suelo como un costal de papas. Tomando fuerzas desde mis adentros quise levantarme, pero me remataron a patada limpia. Luego, el “Capi” me pisó el cuello con sus grandes botas negras hasta hacerme sangrar por la boca. Después me cargaron los cuatro soldados como a un borrego muerto. Me dolían toditos los huesos y aunque no tenía fuerza para hablar, me daba cuenta todavía de lo que hacían. Yo dije, me llevarán a la base. Ahí sí que estoy jodido. Pero, no. A dos horas de Santa Rosa había una cabaña abandonada en Pampatama. Ahí me botaron como a un perro envenenado. En la noche me preguntaron sobre el paradero del mando Filiberto. Yo no sabía quién era ese mando. Quizá habría venido en la incursión a Santa Rosa. Pero yo no sabía quién era ese Filiberto, ni cómo se llamaban los otros. No me creían. Me torturaban más y más y; de tanto castigo, quedé desmayado. Desperté al día siguiente: Otra vez la misma vaina, ¿dónde está el mando Filiberto? Y yo: no sé papacito, no conozco al mando Filiberto, patroncito. Les decía papacito, patroncito, desde el fondo de mi corazón, pensando en que quizá me comprenderían y me darían libertad. Pero estos malnacidos no tenían corazón. Seguían matándome poco a poco. Y como no podía decir dónde estaba ese mando, fueron de noche a la comunidad y trajeron a tu madre y a tu hermano Saturnino. El Satuco tenía trece añitos. Entraron ellos a la cabaña y tu mamá vino hacia mí, diciendo: Ay Presentación, Papacho, qué te han hecho estos blancos maldecidos. De pronto, el “Capi” dijo: amarren al chivolo y a este hijo de puta. Amárrenlos fuerte, carajo, como para que vean algo bueno y nunca más traicionen a la Patria. ¿Qué Patria? ¿Quién es esa Patria? Yo nunca había traicionado a esa señora. Así fue que me chaqnaron fuerte, al igual que a tu hermano Saturnino. Luego, dijo: Oye indio carajo ¿Cómo has dicho que te llamas? Ah, Presentación ¿verdad?. Presentación Huahuasonqo ¿no? Sí patroncito contesté, me llamo Presentación. Luego trajeron a la habitación a tu madre, corazón de cuculi, miel de caña. Entonces los soldados la tumbaron al suelo agarrándola de sus manos y de sus pies, hasta ponerla sin ninguna defensa. Ahí es que el “Capi” se bajó el pantalón y la violó en medio de gritos y pataleos. A mí me dolía el corazón al igual que al Satuco. Nos mataba la impotencia. Mis ojos buscaban los ojos de tu madre para consolarla, pero ella no quería mirarme como si tuviera la culpa. Como si ella me estaría engañando por su voluntad. Entonces nos miramos con el Satuco y lloramos en silencio nuestro maldito destino.Al día siguiente, otra vez las mismas preguntas y yo sin saber qué contestar o qué inventar para que termine nuestros padeceres. Lo peor de todo es que me decían que debía acompañar a un pelotón para enseñarles dónde se escondía el mando. ¿Te das cuenta Gumercindo? No podía ni mentir, porque si no se igualaba mis palabras con la realidad, me mataban de un tiro en la cabeza. Es que yo no sabía nada, te lo juro, hijo mío. Entonces, como no les decía lo que buscaban volvieron a traer a tu madre y; otra vez, los soldados agarrando a tu madre y el capitán encima abusándola, a su regalado gusto. Al tercer día llegó otro militar más ranqueado. Conversaron con el “Capi” algo de dos horas y pico. Al final decidieron liberar a tu madre y a tu hermano, y a mí me llevaron a la base. Así fue, Gumercindo, pequeño mío. Al poco tiempo, el Saturnino se había enrolado a la banda de los terrucos y de esa manera perdí aquel hijo tan querido, porque nunca más lo volví a ver en mi perra vida. Dicen que lo balacearon en un enfrentamiento de Huancavelica. Así murió mi pobre Satuco. Estuve en la cárcel de Abancay nueve años hasta que se comprobó mi inocencia gracias a la defensa de los curas.


La iglesia me puso dos abogados buenazos y salí el año pasado de aquel infierno, desesperado para reencontrarme con ustedes. Ahora, aunque estoy enfermo y viejo, soy feliz a vuestro lado, en nuestra chocita, al lado de nuestro huerto y de nuestros maizales. Tú y tu madre son mi único consuelo y esperanza. Seguiré trabajando hasta que me dé las fuerzas. Los entendidos dicen que ha pasado lo peor, que ha llegado el tiempo de descanso. Por ahora, aunque seguimos pobres, no friegan los hacendados, no nos abusan los terrucos, ni nos joden los milicos. Pero, recuerda siempre lo que te estoy diciendo: Nunca te fíes de estos satanases. ¡Ellos son de otra raza, hijo mío! Presentación Huahuasonqo exclamó aquellas palabras con seguridad, posando su mirada en los ojos zarcos y el oro reluciente de la cabellera de su pequeño hijo. ¡Así son estos abusadores, Gumercindo! Estate alerta; en cualquier momento pueden lanzarte sus garras, volvió a decir, mientras su hijo de ocho años asentía con un leve movimiento de cabeza aquellas frases temblorosas. Pasaron sudando por Paqpachaca, aquel puente colgante construido sobre la cima de dos cerros. Abajo, el río parecía hervir en burbujas virulentas. Pronto debían pasar por Yaca; pero, Santa Rosa aún estaba a ocho horas de caminata. A lo lejos, los dos campesinos parecían dos huarangos chamuscados en medio del verdor ardiente de la quebrada. (http://cuentosandinoscv.blogspot.com/2007/09/ellos-son-de-otra-raza-hijo-mo.html,lunes 16 de marzo; 19:14) publicado por yanet quimber chambi

DOS HERMANOS



hace ya mucho tiempo el las pampas de milaflores de la provincia de lampa, los cargadores de cal y chaco, que de las alturas bajaban en llamas para hacer trueques con papa y quinua; pasaban siempre por milaflores y lampa.

Dos hermanos que recorrían esos lugares con sus llamas un día ya cansados deciden descansar, tenían aún mucho carga pero ya no tenían agua que tomar ni comida que comer . a uno de los hermanos le quedaba un poco de fiambre en su pañito, pero decidió no compartir con su hermano para lo cual decidió. Quedarse con la escusa de descansar un poco mas, y así devoro todo lo que aun a el le quedaba para comer, pero cuando estaba por terminar su ultimo pedazo de carne.

El pedaso de hueso quedo incrustado en toda su garganta. Murió en ese mismo lugar donde se quedo. Su hermano le espero mucho tiempo pero al ver que no venia decidió ir a buscarlo, lo hallo muerto con un gran hueso saliendo de su boca. Le lloro y le grito al muerto que por que escondió su comida. Ahora por eso estaba muerto. Y se la llevo cargado en una llama.

Ya en la noche decidió dormir en las faldas de un cerro, cuando la luna salio hablo con su hermano muerto triste, ves hermano ya salio la luna, y el muerto le contesto. Si ya lo he visto hermano. La llama a la que estaba atada huyo con pavor al oír que el hombre muerto hablaba, subió y bajo el cerro despedaso al pobre hombre, que por envidioso había muerto y se había condenado. ( este cuento fue contado por los pobladores de milaflores, provincia de lampa).

martes, 10 de marzo de 2009

LA ASTUCIA CON QUE ALGUNOS ANIMALES CUADRÚPEDOS CUENTAN

Los momentos en la vida se pueden ver de distintos ángulos y perspectivas que nos motivan a distinguir la verdad de la realidad o que simplemente nos permiten imaginar y conjugar la realidad con realidades ficticias, como en los cuantos que nuestros antepasados nos muestran realidades mescladas con imaginación.
No todo lo que cuentan es mentira o solo cuanto. “los cuantos” nos muestran la historia, la filosofía andina y hechos que hasta ahora no podemos explicarnos pero que en realidad suceden y se dan. ¡NO SON SOLON CUENTOS! (YANET QUIMBER CHAMBI)


EL ZORRO Y EL CUY
(Cuento)
Alguien, un desconocido hacía destrozos en una chacra, de noche. Esto sucedió hacemucho tiempo. Las plantas amanecían rotas y a medio comer. Entonces, el dueño de lachacra construyó una trampa, la puso en el lugar adecuado y esperó atento, sin cerrar los ojos en ningún momento. A la media noche escuchó unos gritos; alguien había caído en la trampa. Era un cuy grande y gordo. El dueño lo amarró a una estaca y regresó a su casa.
-Mañana temprano hiervan agua para pelar un cuy. Almorzaremos cuyecito - les dijo a sus tres hijas, antes de irse a acostar. El cuy, amarrado a la estaca, forcejeaba y mordía inútilmente la soga. Y, así lo encontró un zorro que pasaba por allí.
- Compadre - le dijo el zorro - ¿Qué has hecho para que te tengan así?-Ay, compadre, si supieras mi suerte -le dijo el cuy -. Yo enamoraba a la hija más gordadel dueño de esta chacra y ahora él quiere que me case con ella. Pero esa joven ya no me gusta. También quiere que aprenda a comer carne de gallina que a mí me da asco. Así le mintió el cuy.
Después, haciéndose el sonso, exclamó el muy ladino:- Creo que a ti sí te gusta la carne de gallina.- A veces, le dijo el Zorro, también haciéndose el sonso.-¿Por qué entonces no me desatas y te pones en mi lugar? Así te casarás con una jovengorda y comerás carne de gallina todos los días.-Te haré ese favor, compadre - le dijo el zorro.Al día siguiente, muy temprano, cuando el dueño de la chacra vino a llevarse al cuy, encontró al zorro.- ¡Desgraciado! ¡Anoche eras cuy y ahora eres zorro! Igual te voy a zurrar - dijo el dueño dándole latigazos.- ¡Sí me voy a casar con tu hija! ¡Te lo prometo! También te prometo que comeré carne de gallina todos los días- gritaba el zorro.Al oír este atrevimiento, el dueño lo azotaba con más fuerza, hasta que en una treguade la tunda, el zorro le explicó toda la mentira del cuy. El dueño se puso a reír y después lo soltó, un tanto arrepentido de haber descargado su ira en otra persona.Desde ese día, el zorro comenzó a buscar al cuy. Quería cobrarse la revancha detodos los latigazos que recibió del chacarero. Un día se topó con él y pensó que habíallegado la hora de la venganza. El cuy, viendo que ya no podía huir se puso a empujar unaenorme roca y el zorro se le acercó para cumplir su cometido; pero, el cuy reaccionó:- Compadre zorro - le dijo - a tiempo has venido. Tienes que ayudarme a sostener estaroca. La santa tierra se va a voltear y esta roca puede aplastarnos a todos.Al comienzo el zorro dudaba, pero la cara de asustado que ponía el cuy terminó por convencerlo. Y empezó a ayudarlo, es decir, a sostener la gigantesca roca. Después de un rato, el cuy le dijo:- Compadre, mientras tu empujas yo voy a buscar una piedra grande o un palo para acuñar esta roca.Paso un día, dos días, y el cuy no volvía con la cuña. El zorro ya no podía más."Soltaré la roca aunque me mate", pensó. Dio un salto hacia atrás, pero la roca ni semovió.- Otra vez me ha engañado- dijo-. Pero, ésta será la última porque lo voy a matar.Día y noche le siguió el rastro hasta que lo encontró junto a un corral abandonado. Elcuy lo vio de reojo, calculó que ya no podía escapar. Entonces se puso a escarbar el suelo.- Rápido, rápido -decía como hablando para sí mismo -. Ya viene el juicio final, va a caerlluvia de fuego.- Bueno, compadre mentiroso, hasta aquí has llegado - le dijo el zorro-. Te voy a comer. - Está bien, compadre - le dijo el cuy- pero ahora hay que hacer algo más importante.Ayúdame a hacer un hueco porque va a llover fuego.El zorro se puso a ayudar. Cuando el hueco ya estuvo hondo, el cuy saltó dentro de él.- Échame tierra, compadre zorro - le rogaba el cuy-. Tápame por favor, no quiero que me queme la lluvia de fuego. El zorro, asustado, le contestó:- Viendo bien las cosas, tú eres menos pecador que yo. A ti no te castigará demasiado la lluvia de fuego. Mejor entiérrame tú.- Tienes razón compadre. Cambiemos, pues, de lugar - le dijo el cuy, saliendo del hueco.El cuy no solamente le echó tierra, sino también, ortigas y espinas. Y mientras lotapaba iba diciendo:-¡Achacau, achacau, ya empezó la lluvia de fuego! Cuando terminó, se limpió las manos y se fue riendo.Pasaron los días y dentro del hueco el zorro empezó a sentir hambre. Quiso sacar una mano y se topó con las ortigas.- Achacau- dijo-. Deben ser las brasas de la lluvia de fuegoGuardó su mano y esperó. Días después, el hambre le hizo arriesgarse: salió entre elardor de las ortigas y los pinchos de las espinas. Vio que afuera todo seguía igual. "Ya sehabrá enfriado el fuego ", pensó. Estaba más flaco que una paja. Finalmente, se convenció de que había sido burlado, nuevamente.Lo buscó, entonces, sin descanso, día tras día y noche tras noche. Una noche queandaba buscando comida, encontró al cuy al borde de un pozo de agua. El cuy, al verlo, se puso a lloriquear.-¡Qué mala suerte tienes, compadre! - le dijo -. Yo estaba llevando un queso grande, pero se me ha caído en este pozo. El zorro se asomó al pozo y vio en el fondo el reflejo redondo de la luna.- Ése es el queso - le dijo el cuy.- Tenemos que sacarlo - dijo el zorro.- Hagamos esto, compadre: Usted entra de cabeza y yo lo sujeto de los pies.-Y así lo hicieron por un buen rato. El cuy, sosteniéndolo, le decía:- Es usted muy pesado, compadre. Ya casi no puedo sostenerlo.Dicho esto, lo soltó. El zorro, gritando, cayó de cabeza al fondo del pozo. Así dicenque murió.(Quispe tito, Edwin; Relatos de la Literatura Oral y Escrita del AltiplanoPuneño; Impresiones Gráficas REPSA, Puno 1997.)

El amor y respeto de la cultura andina se demuestra, admirándola y estudiando, puedo casi asegurar que hay algo más que un cuento detrás de cada uno de estos cuentos; muy aparte de los mensajes. (YANET QUIMBER CHAMBI)